Tatunka Nara y la ciudad perdida de Akakor "La Leyenda de los Ugha Mongulala"

Ésta fascinante historia es dada a conocer por el periodista alemán Karl Brugger en su obra titulada "Crónicas de Akakor".
En ésta obra Brugger nos cuenta que tuvo contacto con un hombre llamado Tatunca Nara, príncipe de la tribu de los Ugha Mongulala que se dice es un pueblo que tiene guardado todos los acontecimientos ocurridos desde hace 15000 años escritos en pieles de animales en el lenguaje de los Antiguos dioses.

Machupicchu es una de las ciudades nombradas en "Las crónicas de Akakor"

Al llegar de las estrellas los dioses eligieron a sus "servidores" para que vivieran con ellos mientras les transmitían sus conocimientos, llegándose así a fundar el pueblo de los Ugha Mongulala, que significa "Las tribus escogidas".
Como muestra de su alianza eterna los dioses se mezclaron con sus servidores por lo que los descendientes de los Ugha Mongulala se parecen mucho a sus divinos antepasados.
Los maestros antiguos construyeron tres fortalezas: Akanis, Akakor y Akahim, y tres recintos sagrados: Salazere en las zonas altas del río Amazonas, Tiahuanaco sobre el gran Lago Titicaca, y Manoa en la llanura elevada del sur. Estos recintos eran las residencias terrestres de los Maestros antiguos y un lugar prohibido para los Ugha Mongulala.
Los dioses también construyeron trece ciudades subterráneas que están unidas entre sí por una red de túneles ocultos en el interior de los Andes y confeccionados a imagen de la constelación Schwerta, que era el hogar de los Padres antiguos.
  
La ciudad de Akakor se encuentra en un gran valle en la cima de las montañas fronterizas de Perú y Brasil y fue elegida como la capital del pueblo de los Ugha Mongulala. La ciudad se encuentra protegida por una enorme muralla de piedra con trece puertas estrechas que sólo dejan pasar personas de uno en uno.
Los dioses gobernaron desde Akakor y poseían naves que volaban mas rápidas que las aves, y piedras mágicas desde donde veían todo lo que pasaba tanto en la Tierra como en el Cielo. Pero un día los dioses regresaron a los cielos abandonando a los Ugha Mongulala, iniciándose en ese momento el año cero para el pueblo y también un periodo de oscuridad. En aquel momento el pueblo se refugió en las residencias inferiores tal como les ordenaron los dioses antes de su partida.
Los antiguos Maestros habían dejado la Tierra por que estaban en guerra con otros dioses. Esos malos dioses también se parecían a los hombres pero de sus espaldas crecían cabezas de serpientes, o de tigres, halcones o de otros animales.
Después de ésta catástrofe la Tierra sufrió grandes cambios y los lugares sagrados de Salazere, Tiahuanaco y Manoa fueron destruidos por la furia terrible de esos dioses.

La ciudad perdida de Akakor

Los Ugha Mongulala estaban al borde de la extinción cuando los Maestros antiguos regresaron a Akakor y nuevamente volvieron a tomar el control. Pero éstos Maestros sólo se quedaron tres meses con ellos para abandonarlos nuevamente.
Tan sólo los hermanos Lhasa y Samón no se fueron de la Tierra. Lhasa se estableció en Akakor y Samón voló hacia el Este donde formaría su propio Imperio.
Lhasa era el hijo elegido por los dioses y nadie podía derrotarlo ni matarlo. Él reconstruyó el Antiguo Imperio e incluso lo amplió ordenando la construcción de nuevas fortalezas entre ellas Machupicchu. También construyó la ciudad de Ofir en la desembocadura del Amazonas que estuvo comercializando con el Imperio de su hermano Samón. Durante casi 300 años de su reinado Lhasa sentó las bases de un poderoso Imperio y luego regresó con los dioses. 

En el año 2470 a.c Wiracocha, descendiente de Lhasa, desafió las Leyes de su pueblo para finalmente abandonarlo y fundar el Imperio Inca, el cual bajo su mandato se convertiría en una gran Nación que llegó a amenazar incluso al Pueblo elegido. Pero debido a que la tribu de los Godos, que provenían del Imperio de Samón hermano de Lhasa, se unió al Pueblo elegido hizo que Akakor contase ahora con mejor tecnología y mayores conocimientos en la guerra. Desde ese momento los Incas y Akakor vivieron mil años de paz hasta que en 1492 llegó el hombre blanco a América.

La llegada de los hombres blancos y barbudos inicialmente causó alegría a los pueblos indígenas quienes creyeron que habían regresado los dioses. Pero los sacerdotes que conocen todas las cosas observaron señales abominables en el cielo, dándose cuenta después que las noticias sobre el retorno de los Antiguos maestros era una terrible equivocación. Entonces los Ugha Mongulala se vieron obligados a ir a las ciudades subterráneas abandonando metrópolis como la de Machupicchu.

Hacia el año 1936 los Ugha Mongulala asaltaron un asentamiento blanco donde tomaron como prisionera a una monja alemana que pronto se ganaría la confianza de la tribu y se casara con el rey del pueblo.
Tras la muerte del jefe de la tribu en el año 1968 el Consejo Supremo nombra a Tutanca Nara, hijo del rey muerto y de la monja alemana, como príncipe y legítimo gobernador de los Ugha Mongulala; después de haberlo llevado envuelto en un traje dorado al interior del recinto sagrado de Akakor para que viese cuatro bloques de piedra transparente que contenían cuatro misteriosas criaturas, tres hombres y una mujer que eran como los humanos en todos los aspectos sólo que tenían seis dedos en las manos y seis dedos en los pies.